El terapeuta debe desarrollar una relación interna y amigable con el niño, estableciendo una relación de armonía lo antes posible. 
El terapeuta acepta al niño tal y como es.
El terapeuta crea un sentimiento de actitud permisiva en la relación, de esta manera el niño se siente libre para expresar sus sentimientos.
El terapeuta está alerta a reconocer los sentimientos que el niño está expresando y los refleja de nuevo hacia él, de manera que logre profundizar más en sus comportamiento.
El terapeuta observa las habilidades del niño por solucionar sus problemas, siempre y cuando éste permita observar. Sin embargo es responsabilidad del niño decidir y realizar cambios.
El terapeuta no intenta dirigir las acciones o conversaciones del niño; es el niño quien guía el camino, el terapeuta lo sigue.
El terapeuta no apresura el curso de la terapia; ya que éste es un proceso gradual.
El terapeuta establece solamente aquellas limitaciones necesarias para mantener la terapia en la realidad y establecer la responsabilidad del niño en la relación.
Tomado de:
Axline. V. Terapia de Juego. México. 1983











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